jueves, 4 de agosto de 2011

¿JOSÉ TOMÁS QUIERE MORIR EN LA PLAZA?

Realmente, estoy asqueado de escuchar constantemente que José Tomás quiere que lo mate un toro en la plaza. Además, ahora en vacaciones, hay mucha gente que me lo asegura con la certeza de la infalibilidad Vaticana y la verdad es que me veo impotente a la hora de explicarle cuál es mi pensamiento al respecto. En cambio, hoy creo que se me puede entender. Me ronda esta idea después de verlo, ayer, torear en Huelva. Por eso, lo voy a dejar aquí escrito y, así, si me lo vuelven a preguntar, solo tendré que mirarlo. El toreo es un arte que envuelve miles de particularidades culturales. De hecho, siempre se pone como ejemplo la propia terminología, que puede resultar muy compleja para los no entendidos y que tiene tal riqueza semántica que es capaz de enriquecer el propio idioma Español. Por eso, admite comparaciones artísticas y también históricas, por lo que se podría decir que el devenir del toreo es comparable a los emperadores de Roma. El Imperio vivió en los tiempos de Marco Aurelio, Julio César, Trajano, Adriano o Caracalla, entre otros. Al toreo, le pasa lo mismo. Hubo tiempos del Espartero, de Joselito y Belmonte, de Manolete, de Luis Miguel Dominguín, de Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez, El Cordobés o Paco Camino y El Viti. Incluso, de Espartaco, Jesulín de Ubrique y Enrique Ponce, que son toreros que mandaron en su época y fueron capaces de llenar plazas y mover a las masas. Ahora, se vive en la Era de José Tomás, cuyo ejercicio de poder es más intermitente por las cornadas e, incluso, por su propia manera de pensar, que lo ha tenido diversas temporadas fuera de los ruedos, lo que ha abierto guerras por el poder en la tauromaquia. En cambio, a José Tomás le ocurre que, prácticamente, va camino de ser mito en los ruedos o, explicado de otro modo, que su figura reluce más, al igual que pasó con Joselito, Belmonte, Manolete o Antonio Ordóñez. Además, con la particularidad de que es capaz de aportar su concepto a la manera de torear, lo que mueve a todos los matadores a esa línea.A Juan Belmonte le pasó lo mismo. Cuenta en la biografía escrita por el periodista Manuel Chaves Nogales -una joya de la literatura-, que la gente pensaba que no se podía torear como él lo hacía. De ahí que tenía claro que muchos de los que llenaban las gradas, simplemente, acudían para ver si era el día en el que lo iba a matar un toro. “Y, sin embargo, no me mataba”, decía Juan Belmonte cada vez que salía de la plaza camino de la pensión. Simplemente, aportaba una concepción distinta al toreo que, en esa época, era inconcebible para el público, los aficionados e, incluso, los propios críticos. Quizá, a José Tomás le ocurra algo similar, ya que sus honorarios no son obstáculo para que todos los empresarios quieran tenerlo en sus ferias, aunque algunos, al final, puedan y otros no. En cambio, saben que, por el momento, en cada corrida cuelga el cartel de “no hay billetes”, como hacía Belmonte (y otros más en determinadas épocas). Algunos aficionados van para ver su concepto y aportación del toreo. Otros, porque saben que el riesgo es tremendo o, aunque suene exagerado, Belmonte estaba convencido de que acudían para “verlo morir en la plaza”. los aficionados lo esperaran con los tradicionales debates, como los riesgos que asume, su capacidad para llenar la plaza, los precios que se pagan en las operaciones de reventa no autorizadas, la gente que vendrá desde diversos puntos de España para verlo o, incluso, su capacidad para pisar los terrenos del toro, a lo que muchos atribuyen las cornadas y volteretas que sufre en los cosos taurinos. Respecto a este último objeto de debate, Juan Belmonte, al que muchos iban a ver para presenciar cómo moría en la plaza y, sin embargo, el toro nunca lo mató, solía decir: “Cuando yo toreaba, se regía un pintoresco axioma largartijero que señalaba: Te pones aquí y, luego, o te quitas tú o lo hace el toro. Yo quería demostrar en las plazas que esto no es tan evidente como parecía porque, si sabes torear, no hace falta que te quites y tampoco lo hace el toro. Era mi lucha contra una complicada matemática de los terrenos del toro y los del torero que, a mi juicio, era perfectamente superflua. El toro no tiene terrenos porque no piensa y tampoco cuenta con un registrador de la Propiedad que pueda delimitárselos. Todos los terrenos son del torero, el único ser inteligente que entra en juego y, como es natural, se queda con todo”. Además. Juan Belmonte continúa con una explicación que, al igual que la anterior, bien puede servir para entender el fenómeno de José Tomás: “Los que me veían ir contra las leyes de los terrenos del toro se llevaban las manos a la cabeza. Decían que tenía que morir irremisiblemente. Señalaban que o me quitaba de ahí o lo haría en animal. Yo no me quitaba y el toro no me mataba. Entonces, los entendidos, en vez de reconocer que era posible otra forma de torear, que era lo más sencillo y razonable, se pusieron a gritar y a llamarme, de una manera exagerada, fenómeno, cataclismo o terremoto de las plazas. En cambio, para mí, lo único fenomenal era la incomprensión de la gente”.

miércoles, 3 de agosto de 2011

LA PRIMA DE RIESGO

La prima de riesgo... Hasta ahora, para mí, la prima de riesgo era mi prima Cristina que, cada vez que venía de Madrid a vernos, nos pegaba unas "galletas" que daban gusto a todos los primos... Es que siempre tuvo mucho carácter y, sin duda, más narices que todos los Alonsos juntos. Precisamente, el recuerdo más remoto que tengo de toda mi vida se lo debo a ella. Yo era un bebé y mi madre me tenía metido en el parque con una ovejita de peluche. Incauto de mí, se me ocurrió sacar los dedos entre las redes que forman los parques y, entonces, llegó mi prima de riesgo y me metió un bocado en todos los dedos que... aún me acuerdo. Sin duda, el recuerdo más antiguo que guarda mi mente. De hecho, me acuerdo que mi tía Isabel le regañó bastante mientras que yo lloraba con una boca que me llegaba de oreja a oreja... Bueno, dicho esto, tengo que decir que a mi prima de riesgo la quiero un montón y tiene el honor de compartir conmigo el recuerdo más antiguo que habita en mi cabeza. Sin embargo, la prima de riesgo ahora es otra bien distinta. Incluso, no sé ni quién es, aunque tengo la impresión de que, como la cosa siga así, nos vamos a acordar bastante... Esta no muerde. Más bien, asesina economías. Si no, que se lo digan a Irlanda, Grecia o Portugal. Claro, el problema es que nos movemos en términos tremendamente abstractos. Estoy convencido de que la mayoría no sabemos explicar ¿qué es la prima de riesgo? o, simplemente diríamos: "Eso que sale en la tele". El problema radica en que, cuando se machaca una economía (como trata de hacer la dichosa prima), las consecuencias suelen ser muy terrenales, como bajadas de sueldo, paralización de las inversiones en infraestructras, congelación de las pensiones y, en definitiva, las "arcas públicas" sin un céntimo. Claro, la prima de riesgo es ahora la "espada" de los mercados o, dicho de otra manera, el arma con la que nos atacan. Pero, quiénes son los mercados... Pues, si no sabemos lo que es la prima de riesgo que es con la que nos pinchan... Imagínate los mercados... Al parecer, los mercados somos todos (como Hacienda), lo que ya causa, a priori, mal rollo. Los que tienen plazos fijos, los que tienen planes de pensiones y (aquí estoy yo) los que tenemos hipotecas. De ahí que, si nos mosqueáramos, podríamos pensar que se puede fastidiar a los mercados quitándoles todo eso. Ni planes de pensiones, ni plazo fijo, ni fondos de inversión ni ná de ná... En cambio, el problema radica en que, entonces, los mercados se pillan un mosqueo de la hostia porque piensan que se mueren y se acaba eso de prestar dinero a las empresas y a nosotros mismos, por lo que, sin euros, no hay inversión ni consumo... Y, consecuentemente, no hay empleo. Por ello, simplemente, me siento como un melón dentro de los mercados. Ahí estoy, pero sin hacer nada. Por el momento, me parece muy buena la postura que ha adoptado la Unión Europea, aunque algo machista... Todos los países se basan en un lema tan primario como el que rige el que dice: "Lo que diga la rubia", que es la alemana (y no me refiero a la cerveza). Que hay que rescatar, pues se rescata... Que no, pues no. Qué te atacan los mercados, pues te chinchas. Que no te atacan, pues ya te atacarán. Ahora, nos atacan a España y a Italia. Y yo no sé qué hacer. A lo más que puedo llegar es a cabrearme con el cajero porque en el banco ya ni me atienden personas, que tampoco tienen culpa de lo que hicieran los mercados. De hecho, ya se han encargado de que muchos de estos trabajadores ya no estén. Ayer, leí en El País que Zapatero había retrasado sus vacaciones. En cambio, El Mundo (creo o ABC, no estoy seguro) decía que sí estaba... Entonces, uno piensa... ¿Está o no está? ¿Está de vacaciones, pero no se baña? (Así como castigado). En fin, habrá que esperar, pero me da a mí que un restregón nos llevaremos. Ah, la foto es del perro de Scottex, el que lleva el papel higiénico, aunque está un poco crecido... Por si pronto lo necesitamos.